Sarcopenia, la pérdida involuntaria de masa muscular esquelética

Por el Prof. Rodrigo San Martin, responsable del Área de Movimiento


Durante el envejecimiento se producen una serie de cambios con respecto a la estructura y función del musculo esquelético. “Sarcopenia” (del griego σάρξ: sarx, «carne» y πενία: penia, «pobreza o escasez») es el término que comúnmente se utiliza para denominar este fenómeno que comienza después de los 30 de manera lenta y se acelera luego de los 60 años. Quiere decir que tenemos adultos mayores que pueden estar perdiendo masa muscular de manera natural, sin una patología previa y, además, estarán perdiendo con seguridad fuerza.


Los tratamientos para reducir el avance de la sarcopenia hacen base en el mantenimiento de la musculatura. Una dieta adecuada, un control de las piezas dentarias son primeros elementos a tener en cuenta. Otro elemento fundamental que no podemos despreciar es la práctica de ejercicio físico, y más específicamente de entrenamiento de sobrecarga.


El entrenamiento de la fuerza está siendo utilizado cada vez más dentro de programas de prevención de enfermedades cardiovasculares y rehabilitación metabólica, además de como complemento deportivo incluso en la danza y otro tipo de expresiones. Es el gimnasio el lugar propicio para el desarrollo y mantenimiento de la musculatura.


Sobrada información científica recabada a lo largo de los últimos veinte años da cuenta del cambio de paradigma al que asistimos, donde la fuerza sobresale por entre otras formas de ejercitación como caminar, nadar o correr. Se la utiliza para el tratamiento de la obesidad, diabetes mellitus II, osteoporosis, algunos tipos de cáncer, sarcopenia, etc.


Teniendo en cuenta este estado de la cuestión lo más a mano es acercarse a un gimnasio, hablar unos minutos con el profesor y comentarle si hay alguna lesión osteoarticular previa que pudiera llegar a resentirse con este tipo de ejercicios, completar un formulario de inscripción y comenzar.


Es un entrenamiento seguro y puede llegar a ser divertido. En dos o tres semanas se notan cambios en la disposición al movimiento (ponerse de pie de manera más fácil) y el estado de ánimo (aumenta la producción de endorfinas), aumenta el apetito y mejora el descanso.


Son ideales los horarios por la mañana. Allí el cuerpo está más descansado y los estímulos se organizan mejor en función del día que queda por delante. Se comienza de manera lenta, aprendiendo los movimientos, en que momento respirar y donde hacer fuerza. Las rutinas se organizan en dos o tres veces por semana y la sesión de entrenamiento no ocupa más de una hora.


La intensidad y la progresión del entrenamiento deben establecerse mediante la individualización y la consideración de la experiencia de entrenamiento previa.


Además de ser seguro, el ejercicio de fuerza está relativamente libre de posibles efectos secundarios no deseados causados por medicamentos comunes que se recetan en pacientes con comorbilidades múltiples.